Wednesday, June 14, 2006

Bosquejos de trazos inconstantes

Es de mañana a lo lejos se ve el colegio, mi padre me lleva de la mano y nos disponemos a que él me deje en el lugar que me espanta por estar lleno de niñas a las cuales le soy una impertinente y no en el sentido de que yo las moleste a ellas, sino que parecieran ocuparme como el ejemplo para dar cuenta de todos sus sentimientos de angustia y rabia, o sea yo parezco una niña-especie, la cual debería retirarse para dejar de estorbar la buena filiación entre ellas, entonces antes de que me deje allí por una nueva repetida vez me dispongo a hacer algo para recordar aquella mañana de mes otoñal, a papá le pido unos lápices de colores que acababan de salir al mercado y por suerte acaban de llegar al bazar del fondo de la calle donde está el colegio que me parecía de una arquitectura bonita, de madera, color plomo, lo cual hasta hoy lo recuerdo como si estuviera en una impresión tipo iglesia de postal europea, para mi gusto.

Así, la idea de dejar marcado en mis recuerdos alguna de todas esas mañana va tomando forma, mi padre accede y vamos, y compramos la cajita de seis colores de lápices de forma hexagonal, cuando pienso en ello, lo rememoro de una forma muy vívida, paso a paso veo cómo saqué del estuche los lápices y los coloqué en el cuaderno para imitar el dibujo que traía en la caja, era una máquina de tren a vapor y la parte del humo venía recortada, entonces el humo era del color de los seis lápices, recuerdo bien cómo me regocijaba en ese pequeño detalle, lo observé absorta solo con la idea de reproducirlo con la mayor perfección posible, pero mi plan fue interrumpido por la profesora, que se enoja abruptamente frente a mi indiferencia para con ella, porque en repetidas alzas de su voz e interrupción a su clase de biología me hace notar lo impertinente de mi conducta, me amenaza con dejarme fuera de la sala, señala lo mal ejemplo que soy, a pesar de mi buen rendimiento, y yo allí en mi puesto, impertérrita frente a sus palabras, ¡claro está!, que había planeado esa actitud, la sentía como una especie de venganza guardada desde hace días, porque quería convertirme en quién le hiciera notar sus malos tratos hacia mi y las demás chicas, además de hacerle presente su incomprensión por no poseer talento para el basketball colocándome bajas notas en educación física.

Y a pesar de todas esas razones ocultas en mi en esos momentos, lo cual la profesora debió haber presentido, hasta ahora no entiendo muy bien de donde venía toda esa rabia demostrada por Miss Eugene, la verdad no me lo explico, su voz resonaba en desesperación, en enojo expulsado con tanta veracidad, que hasta parecía toda su existencia enfrascada en ello, quizá su neurosis era enfermedad de años y el que una alumna no le hiciera caso venía a aumentar sus síntomas solamente. A mi ya se me había dado la gana de molestarla, de no dejarla hacer clase y volverla cada vez más desquiciada de lo que acostumbraba a ser, entonces no le tomé en cuenta y continué con mi idea del día, era una única vez la que me estaba siendo dada, recordaría ese día para siempre, porque sospechaba que no volvería a irrumpir un diseño novedoso como ese en años tal vez.

Cuando su herida comenzó a supurar de rabia henchida dirige hacia mi rostro palabras de reto y diciéndome: -srta Palma, ¿porqué no me hace caso?, deje de dibujar y copie la materia del pizarrón, que si sigue con esa actitud la tendré que echar de la sala-, a estas palabras yo resuelvo decirle: porque se enoja si yo hago lo mismo que Ud., cuando no nos hace caso sí le pedimos ir al baño mientras estamos en clases, ud. no nos contesta nada, deja que nos hagamos pipi.

Cursaba primero básico y aquella sra baja y de pelo pajoso rubio se enojó muchísimo, de una forma grandilocuente, expulsaba aire por la nariz, realizando una respiración circular que le ahogaba, yo creo que esa clase le dejó mareada, la medida seguiente fue llamar a mis padres, para decirles lo mal que me comportaba, lo cual fue algo aún más divertido, porque mis padres encontraron muy original mi respuesta o bastante aguda para una niña de seis años, entonces no tomaron mucho en cuenta lo que ellas les decía, todo lo contrario nos volvía fuertes en torno a convertirnos en un bloque contra ella, recuerdo muy bien a mi padre decirme que íbamos a ir de noche a rayarle la citroneta a la profe. Era emocionante pensar en ir con mi padre a la casa de ella, con pasamontañas en las caras y clavos en las manos realizando dibujos en el capó de su auto, hasta quizá le dibujaría el tren que salía en la cajita, mi padre le escribiría groserías y luego cuando me fuera a dejar al colegio nos reiríamos de ella.

Al repasar aquellas imágenes, creo haberlas conservado debido a la idea tozuda de ocuparlas algún día de una forma con la cual les devolviera su razón para haberlas vivido, dejándolas quietas y acomodadas, ocupando lo sucedido sin de verdad habérmelo propuesto con tanto ánimo cuando sucedió, es que esos días eran rutinarios, y todos los años los he sentido enfrascada en un ordenamiento individualista, porque tiendo constantemente a no encajar y a sumergirme en la clase de conductas que podré dejarlas marcadas en un tiempo muy después de haberlas vivenciado, lo que me ha llevado a distintos lugares sin la claridad de saber lo que quiero o no de mi, sólo con esas ganas de recordar hechos para contarlos ya sea recordando o frente a nuevas personas con las que me encontraré y de a poco, les podré ir encantando para llevarlos a mi lado y si son hombres, se acostarán conmigo calmando mi sed de compañía y si son mujeres se fascinarán con mis palabras y bailaremos juntas cuando nadie quiera salir a la pista.

Friday, June 09, 2006

Continuidad de mi chica predilecta

Giovanna era mi lugar seguro a la edad de diez años, nos veíamos todos los fines de semana, no se bien como no me aburría de ir a verle y pasearnos horas por su lindo patio, recuerdo que era amplio hacia los costados, yo lo asociaba a Alicia en el país de las maravillas, pensaba que en cualquier momento Giovanna sacaría un conejo de entre medio de las plantas, pero ella no necesitaba de esas cosas para hacerme sentir como en un lugar como el del libro o en su defecto la película, era agradable el sólo hecho que me dieran permiso de ir donde ella, se me exacerbaban los sentidos creo.
En casa sentía cierto encierro abrumador que me apesadumbraba ya de niña, era el idealismo de las cosas como “todos las viven”, o de que el mundo debía ser así o asá, bueno cosas de niña, dolores pasajeros que presentí hondos en la adolescencia, entonces en esos días de Giovanna, con ella no había, no quedaba espacio para la angustia infantil que me perseguía y como consecuencia no disfrutaba de lo hermoso, porque hasta en fotos de esa época salgo con el ceño fruncido y sospecho que reclamando internamente por qué ciertas cosas eran de una forma y no de otra.
Es curioso como Giovanna me calmaba, porque era la chica que yo quería ser, pero tal vez sentía improbable esa conversión de mi parte, en vista de lo silenciosa, imaginativa, ensimismada, errática de mi forma de ser infantil, o sea sentía lo poco que avanzaba de acuerdo a todas las expectativas que colocaba en mi, me exigía y lloraba mucho, porque nunca lo conseguía, bueno todo esto antes de Giovanna, ella vino a consolarme sin que se lo propusiera con sus simples ocurrencias llenaba los vacíos acumulados por esos pocos años vividos, aunque yo en un acto de obsesión fatal y que volvían a esos pocos años, un ciento de datos acumulados (digo esto, porque después no hallaba cómo dejar de hacerlo), es que al terminar al año, cuando todos disfrutaban de la fiesta, yo repasaba la lista del curso en el que había estado recordando nombres y apellidos, lugares donde vivían, diferencias en sus uniformes, tics, etc., pero eso lo hice sólo hasta cuando logré entretenerme y eso fue con Giovanna, quizá busco explicaciones para traerla de vuelta, porque inclusive tengo una foto de ella, pero no le hace mérito, es que tenía unas hermosas en la casa donde vivía con sus padres, nunca me atreví a tocarlas, no podía sospecharse sobre mis inclinaciones hacia ella, sabía del alejamiento obligado que debía simular, creo que leí algo de ello en el Ridest Digest, aunque no poseía conciencia moral ni nada, pero son como las improntas que ya vienen demarcadas.
Aunque yo siempre creía evidenciarme más de lo necesario, porque esa niñita terminaba por superar todas mis expectativas siempre, por recrear mejor de lo que suponía el sabor de un helado de frambuesa, quizá antes de Giovanna yo era una niña-salvaje (en un sentido post moderno latino) y luego de ella, he podido reencontrar de a pocos eso que se pierde luego de cada dolor de herida, de supuración y trozos de piel degenerada.