Sunday, March 12, 2006

La historia sigue continuando con…

Ha pasado algo de tiempo desde esa noche de fin de año, de la cual pareciera que no me quedan más que los destellos luminosos de los fuegos de artificio reflejados por el mar en mis recuerdos tolerados en pro de la típica estabilidad que a una le recomiendan a esta edad. Lo cual fue totalmente inesperado, porque para ese día todos los pronósticos se basaban en que no había dinero para la realización de ese espectáculo este año, entonces llegaron de sorpresa y tuvieron una menor duración que en otras ocasiones, por eso sentí lo agradable de la ilusión cumplida cuando nadie esperaba nada. Pero lo demás fueron los últimos instantes de la vanidad de realizar la perfomance sexual-erótica que consideraba entregar por excelencia. En los instante que marcaba el minutero del reloj más allá de las 12:00 AM quizá con diez minutos a su haber, me levanté desnuda y con el frío apoderándose de mi cuerpo por partes, llegando sola hasta el balcón y con Apablazar quedándose recostado sonriente, sudoroso, apretando sus párpados, mientras yo cinco metros más allá de su escena, me extasiaba con el lujo pirotécnico estrujado de las escuálidas arcas municipales de esa localidad. Creo hasta haber sentido cómo la ciudad exclamaba de la alegría espontánea, yo sonreía, pero sentía la falta de orgasmos para terminar esta noche ya convertida en madrugada.

Y ¡como no!, esas luces que caían al mar, me daba el gusto de interpretarlas como promisorias esperanzas de lograr mis cometidos, podían estar anticipando agobiantes, sofocantes e interminables eyaculaciones mutuas, que consideraba necesarias de venir y corrí, corrí rápido los cinco metros que me separaban de Apablazar, como si para llegar a lo deseado hubiese sido necesario mirarlo a los ojos en el preciso momento que observaba los destellos caer sobres las rocas espumosas, excitada con la idea de que continuáramos las penetraciones realizadas hasta unos minutos antes del comienzo de las luces en el cielo, pero no fue así, llegué a su lado, y con tanto ruido él estaba en pie, luego sabría que no había sido el bullicio lo que le había llevado a este acto, se cepillaba los dientes y al son del ronronear de la cabeza eléctrica, me trataba de explicar lo aburrido de este fin de año e insistía por enésima vez en una frase tan sobre usada por él desde el paseo por el borde costero, quizá la usaba con el fin de no pensar algo nuevo.

Reclamaba, mientras le caía espuma al mentón, balbuceando que echaba de menos las mega fiestas, sentí que le importaba nada mi presencia, y como él también, me era prescindible, porque nunca llegué a apreciarlo como para tomarle enserio, como por ejemplo: si le hubiese considerado por lo menos una pieza a la cual sostenerme cuando necesito encontrar aliento para enfrentar las emociones diarias a las cuales constantemente rehuyo, y menos aún lo había incluido en alguna de mis rutinas, nunca le pensé al momento de levantarme, de trabajar, o al disfrutar mundanamente de dormir.

Por eso decirle algo a su berrinche de fin de año, era exacerbar su lugar en mis ecuaciones, quizá si lo hubiese llegado a por lo menos considerar como un paréntesis cuadrado, que sirve para separar las operaciones tácticas por solucionar a diario, en donde su lugar se relaciona con guiar sobre el orden a seguir en torno a ciertos asuntos, es que si esa especie de unión hubiese existido no habría quedado con tanta extrañeza ante la forma que escogió para dejarme, ésta la sacó desde un grupo mínimo de acotadas opciones que seguramente, no pensó al momento de actuar en cuál era la más adecuada para ese escape.

Se bebió el resto del enjuague bucal rojo (escogió el que no arde), se acercó, y yo arrodillada en la cama le observaba, esperando por sus próximos movimientos. Mientras las explicaciones bobas de los sexólogos se me venían a la cabeza, yo estaba comenzando a excitarme y él ya había concluido con todo, salió por la ventana hacia el balcón, escogió el camino corto para irse, casi ni movió la corredera, yo le había dejado el espacio justo para salir sin esfuerzos de último momento, me daba cuenta que le había dejado la ruta trazada, cuando él ya estaba fuera, dejándome las mejillas impregnadas al sabor de berries del enjuague indoloro, no se fue sin antes que nos besáramos protegiéndonos de las bacterias bucales.

2 comments:

indemne said...

No tengo nada que decir. Sólo quería postearte. Un beso.

Anonymous said...

Revisado:
lo mas probable es que sea el único en este mundo que sepa lo maravillosa que has llegado a ser
y aunque eso ya no te importe alómenos para mi lo sigues siendo
9:30 entre voces me levante.
millones de voces que no me dejaban dormir.
miles y miles de voces entonando la misma letanía.
al levantarme la ducha matinal de cada día era hoy un baño de tina fría, para tratar de apagar aquellas voces que me desvelaban
sumergido bajo el frió y liquido manto caí en cuenta de que era la voz de mi piel quien te llamaba.
un coro de voces proveniente de cada uno de los poros de mi piel pronunciando el nombre que le esta prohibido a mi boca.
Tu nombre.