
El animal de la imagen es una especie de peluche B, que aquel fin de año nos acompañó y fue parte de los errores. Aquel día en que caminé por la playa con esos pequeños fuegos de artificio en las manos, que en el norte les decimos estrellitas, eran delgadas varitas que se daban vuelta en forma circular y chispeaban por la punta, aquellos destellos decía el tipo con el estaba, se asemejaba a cuan felices éramos en ese momento, yo no opinaba lo mismo. Pero no debo pasar por alto, lo emocionados que estábamos, aullábamos mucho cuando veíamos el color deslumbrante y brillante de la pólvora quemándose, en todo caso eso fue el año antepasado.
Es que volvimos al mismo lugar, buscando lo mismo durante este último día del año, y me di cuenta que lo de nosotros puntuaba para un error primigenio, y esa estadía sólo era el comienzo de la desencadenación maléfica de los múltiples malestares que vendrían.
Esto ya lo expliqué: me gusta ser centro de atención sexual, y ese día llegó la obsesión al tope de lo soportable, enfrascándome en una espiral de ambición errática, es que me ponía muy ansiosa pensar que podía obtener tal o cual respuesta de él sobre mi actitud. Y por lo general esa angustia casi siempre lograba llevarme a vagar de un lado a otro de la habitación, murmurando nuevos movimientos, esperando dificultosamente a que llegara la ocasión, a que me llamara de nuevo, logrando encajarnos una vez por mes, lo cual aprovechaba para actuar y deslumbrar con la “actitud sexual”, con mi arrojo cómplice y totalmente dominante sobre el sexo.Justamente esa prueba-presión atraía a mi cuerpo a buscarlo siempre, pero cuando él me llamaba, eso sí, es que debía fingir ser bestia, para que él fuera amo, recuerdo esa exquisita sensación de bilis en el estómago. Me colocaba nerviosa, le obligaba a besar a mi marmota (la de la foto) y me colocaba muy ansiosa, llegando a la náusea, pero ese último día, y por culpa de los fuegos, la angustia se retiró, reencontrándola hace unos diez días, con una diferencia, eso si, ahora me consumo en la tarea de hacer intentos en vano por alejarme de quién la calma:
Es que volvimos al mismo lugar, buscando lo mismo durante este último día del año, y me di cuenta que lo de nosotros puntuaba para un error primigenio, y esa estadía sólo era el comienzo de la desencadenación maléfica de los múltiples malestares que vendrían.
Esto ya lo expliqué: me gusta ser centro de atención sexual, y ese día llegó la obsesión al tope de lo soportable, enfrascándome en una espiral de ambición errática, es que me ponía muy ansiosa pensar que podía obtener tal o cual respuesta de él sobre mi actitud. Y por lo general esa angustia casi siempre lograba llevarme a vagar de un lado a otro de la habitación, murmurando nuevos movimientos, esperando dificultosamente a que llegara la ocasión, a que me llamara de nuevo, logrando encajarnos una vez por mes, lo cual aprovechaba para actuar y deslumbrar con la “actitud sexual”, con mi arrojo cómplice y totalmente dominante sobre el sexo.Justamente esa prueba-presión atraía a mi cuerpo a buscarlo siempre, pero cuando él me llamaba, eso sí, es que debía fingir ser bestia, para que él fuera amo, recuerdo esa exquisita sensación de bilis en el estómago. Me colocaba nerviosa, le obligaba a besar a mi marmota (la de la foto) y me colocaba muy ansiosa, llegando a la náusea, pero ese último día, y por culpa de los fuegos, la angustia se retiró, reencontrándola hace unos diez días, con una diferencia, eso si, ahora me consumo en la tarea de hacer intentos en vano por alejarme de quién la calma:
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